miércoles, 19 de diciembre de 2007

LA VIOLENCIA EN PERSPECTIVA

INSTITUTO TECNOLOGICO DE SANTO DOMINGO
INTEC

AREA DE CIENCIAS SOCIALES


LA VIOLENCIA: UNA PERSPECTIVA
SOCIO-HISTORICA DOMINICANA Y
ALGUNAS PROPUESTAS PARA
HOY Y MAÑANA


PROF. JOSE ANTINOE FIALLO BILLINI AREA DE CIENCIAS SOCIALES-INTEC



PANEL “SOCIEDAD Y VIOLENCIA”AREA DE CIENCIAS SOCIALES INTEC
26 DE AGOSTO 1999
SALA JULIO RAVELO DE LA FUENTE


1. PROPONGO PENSAR REFLEXIVAMENTE Y COMO INTRODUCCIÓN QUIZÁS DOS IDEAS QUE SIRVAN PARA CONTEXTUALIZAR:

1.1 Un sistema social es un conjunto y opera así, el capitalismo es así y tiene una lógica como cultura, implica un modo de vida: tener más, apropiarse para ello, desconocer los otros y las otras, interactuar en ese sentido integrando cosas, no existen sujetos, sí mercancías y consumidores y por tanto no existen “sentimientos” en el sentido en que nosotros comúnmente hablamos o entendemos: lo implacable es parte de la “economía política” de su funcionamiento.

1.2 En segundo lugar, ese funcionamiento tiene formas específicas: la cultura burguesa (para ser más abarcador) tiene sus concreciones a través de las interacciones entre sociedades y órganos, clases, sujetos y sus expresiones, mentalidades e imaginarios y sus proyectos. Por tanto, hay un proceso complejo, hay transiciones, hay modificaciones, no solo más complejas sino en ocasiones muy brutales, rápidas, traumáticas, excluyentes, donde la conciencia de comprensión, adaptación o transformación no genera la capacidad de respuesta necesaria para evitar posiblemente catástrofes o simplemente crisis prolongadas. Donde lo “implacable” aparece redistribuido socialmente, porque el “espíritu burgués y su económica política” deciden en su lógica ser omnipresentes y plantearse una contradicción de apropiaciones (todos y todas debemos tener y debemos competir por ello), ¡oh paradoja!, allí está el “Dios burgués neoliberal” (parrafraseando a Emmanuel Mounier).

2. QUÉ PASÓ AQUÍ, CUÁL ES LA PERSPECTIVA SOCIO-HISTÓRICA EN NUESTRO PAÍS, QUIZÁS LA RESUMO ASÍ, EN DOS MOMENTOS CONTEMPORÁNEOS.

2.1 En primer lugar, la tiranía Trujillista como sistema o cultura capitalista de un período de 31 años, alteró sustancialmente (como lo ha señalado recientemente Roberto Cassá) la relación naturaleza, sociedad, estado, organizándose como estado –eje y la sociedad como organización social paraestatal (de apoyo al estado y su élite burocrática). Se produjo una concentración de la cohersión y la iniciativa en el estado y por tanto de la violencia, y los demás ámbitos debían servir a esta situación, y su respectivas posibilidades de cohersión y violencia (es decir de esos otros ámbitos incluyendo los llamados más “privados”) servir, sin competencia pública, a esa rectoría estatal de la cohersión y la violencia (una violencia visible y una violencia invisible o no pública).

La economía política del trujillismo implica hegemonía de su grupo o fracción y complementariedad de los demás grupos burgueses, es decir, permisibilidad de competencia de baja intensidad (“en esta casa Trujillo es el jefe” no más nadie, ni siquiere el adulto “macho”).

Este proyecto funciona en una sociedad fundamentalmente rural (68% población) dispersa en condiciones de relativo anclamiento territorial (es decir de baja movilidad por la cohersión estatal), controlada por un aparato predominantemente urbano en ciudades pequeñas y redes rurales paramilitares con población marginal urbana popular limitada y circunscrita en espacios “permitidos”.

Se puede decir, como especie de resumen apretado, que la manera en que operaba la violencia en la sociedad capitalista trujillista era redistribuida desde una centralización estatal hasta los ámbitos más pequeños con una dinámica fundamental o casi exclusivamente desde lo estatal hasta lo paraestatal, y donde la violencia en la cotidianidad no debía aflorar a los espacios más públicos donde el estado ejercía su reinado (desde la calle, callejón o camino vecinal).

2.2 ¿Ahora, qué sucede desde 1961 hasta la fecha? Pues bien, aunque la relación estado-sociedad que se hereda subsiste, es decir, el peso y capacidad hegemónica del estado se impone a la sociedad, el proceso ha sido conflictivo, diverso y muestra pautas de lo que puede ser diferente. ¿Cómo así? ¿Por qué? A partir de la ejecución de Trujillo el estado ha sido sometido a un proceso donde hay muestras de escisiones, debilitamientos, fortalecimientos, reformas, crisis estatales y sociales, ascendencias extraestatales, en suma a relaciones desiguales y conflictivas con la sociedad.

Muestras: 1961-1962 (Crisis del Trujillismo), 1963 (paréntesis boschista), 1963 (Golpe de Estado), levantamientos (1963-1965), Ocupación Yanki (1965), 1966-1978 (recomposición autoritaria del estado), 1984 (Alzamiento-Tensión-Sociedad-Estado), 1986-1999 (nueva recomposición) 1996-1999 (variante de modernización autoritaria). Solo una muestra de momentos, como ejemplos.

Ahora, ¿qué es relevante decir?: Golpe de Diciembre de 1961, Golpe de Septiembre de 1963, Intervención 1965, recomposición autoritaria (Persecuciones antipopulares vinculada a la anterior), matanza de 1984, por ejemplo, así como la “modernización” en curso, pretender por diversas vías dar centralidad al estado sobre la sociedad, poner a obedecer a la sociedad, mandar sobre ella en diversos momentos sociales y aplastar su emergencia.
Claro, hemos pasado de una sociedad capitalista rural a una sociedad capitalista urbana (56% a 60% población en las ciudades) y con más de un millón en ciudades del extranjero, con vaciamientos importantes de la población rural y un estado “urbano” grande, parasitario, que se enfrenta en esa sociedad urbana a por lo menos 58% de población pobre y una macrociudad (Santo Domingo) de tres (3) millones de habitantes en la culminación de un ciclo. Es el “esplendor del tener cada día más”, es el capitalismo neoliberal y su cultura que se asientan en las urbes como ámbitos de una economía servicios que sustituye a la “vieja” economía heredada de los sesenta.
¿Qué implica esto? El peso urbano mayor lleva a una confrontación más directa con el “estado urbano” en unas relaciones cada día más “competitivas” (palabrita de moda) en todos los ámbitos: debemos sobrevivir, debemos tener, todos debemos utilizar algún grado de cohersión, de control con carga de sometimiento, porque ahora todos y todas debemos acopiar cosas, movernos y movilizarnos haciendo un “trabajo” de intermediación: tomar lo que existe y ésta, la cosa o “mercancía” no se crea o produce, sino que se “traslada” (se quita, se pone, se coloca, se toma), incluso el ser humano que se deshumaniza, es cosa, objeto, mercancía que se quita, se pone, se posee o simplemente se elimina.La economía de servicios concentró, intencionalmente en ciudades de aquí, ciudades de allá, y costas de aquí, la mayoría de la población popular; y en pequeños ámbitos burgueses de aquí y de allá una élite de poder, fracturando más claramente el espacio como segregación explícita de clases y agrupamientos sociales. Así como el trujillismo impulsó una relación población-territorio como estrategia geoespacial, así la nueva modalidad entre dictadura abierta y dictadura sutil de la época más contemporánea, desarraigó, expulsó, reubicó, concentró masas populares y necesita restaurar su control sobre la sociedad urbana, en la cual, se produce una redistribución de la cohersión para sobrevivir, hacer acumulación originaria, ocupar espacios, garantizar movilidades, así como acumulaciones ampliadas parasitarias; en suma una cohersión o violencia que en muchos casos no es solo yá para-estatal o estatal y que además no ha podido todavía tomar cauces político-sociales (es decir, construir alternativas diferentes de vida cotidiana, desarrollo social y ejercicio de la democracia incluso en una perspectiva revolucionaria).
La “delincuencia” y la violencia surgen como diversidades en ese contexto y tienen su economía política “nacional y transnacional”, pero lo que se evidencia por ello es que su volumen y diversidad (estatal y extraestatal) es tan grande y extendida que nos obliga a reflexionar en una lógica diferente de tipo crítico y propositivo.

3. ¿CÓMO DEBEMOS PENSAR ESTA PROBLEMÁTICA
Y SU SUPERACIÓN?

3.1 Primero estamos obligados a comenzar a restaurar el equilibrio entre naturaleza, sociedad y estado, vale decir, a crear las condiciones para que la sociedad, el poder social (como decía Eugenio María de Hostos) prevalezca en situación de ascendencia política y social, es decir, como capacidad contrahegemónica, de autogestión, autodefensa y por tanto de democracia real. La interacción lógica debe variar progresivamente de estado-sociedad, a sociedad-estado, de manera tal que todos los ámbitos pequeños, medianos, sean ámbitos de ejercicio de gestión y resolución colectiva, funcionando redistributivamente y solidariamente.

La economía política de esto no reside en que se produzcan riquezas, una minoría se apropie de ellas y el estado (al exterior del proceso) “dé un “chin” de salud y educación a la mayoría. Se trata de que la sociedad comience a hacerse “dueña de si misma” (lo dijo Hostos hace mucho, también) y en su funcionamiento sea justa y eso sería lo que ella, sus órganos, organismos o instituciones que genere garanticen para todos y todas su igualdad de goce, sin separarse de ella.

3.2 Segundo, esa “economía política” alternativa debe restaurar progresivamente el equilibrio territorial-poblacional, comenzando por estabilizar y reducir el flujo migratorio al espacio urbano y reorganizando el espacio urbano (mejoramiento urbano desde abajo y desde adentro) haciéndolo otro espacio “más mejor” (circulación, vivienda, recreación, diversión, etc.). Pero pensándolo en una estrategia global para ir alcanzando ese equilibrio social-territorial y donde el “espacio rural” no sea en el imaginario: “el pasado”, “lo viejo”, “lo rústico”, “lo atrasado”, porque se recrea y se reformula asociativamente como moderno, no competitivo, solidario y democrático.

Podríamos decir, de manera general, que se trata de unos códigos, de una construcción social a través de unos procedimientos y procesos que contribuyen a desarrollar actitudes y habilidades que se hacen en intenciones fundamentales de ascendencia social y política, y que, ella, la ascendencia, va extinguiendo poco a poco la cohersión como fenómeno “acorazado” de la violencia.

3. AHORA BIEN, ALGUNAS SUGERENCIAS CONCRETAS
A PARTIR DE ESTOS REFERENTES, COMO MUESTRAS
PARA REFLEXIONAR, Y POR TANTO, QUE NO
PRETENDEN ABARCARLO TODO:


4.1 Primero, comenzar a desarmar la sociedad política (lo estatal y paraestatal) como cuerpo separado de la sociedad, es decir, comenzar a buscar restaurar la ascendencia de esta última, la sociedad, del poder social, sobre lo que denominamos estado o paraestatalidad.

En ese sentido sugiero que se entienda la reforma y la modernidad (no modernización) del “estado” o la sociedad política cuando se plantea el propósito de que todas las unidades estatales, incluyendo militares y policiales, se vayan transformando en unidades de intervención y gestión territoriales y cuya naturaleza central no sea una simple burocracia eficiente, sino una situación de resolución de corresponsabilidad (sociedad política y sociedad civil) y vida diaria común o comunitaria. Ampliar la soberanía, darle sostén, sin cuerpos o unidades separadas de las comunidades, y que las unidades militares y policiales existan en las comunidades y como apoyo a la autodefensa social (la soberanía popular protectora).

4.2 Entender, en segundo lugar, la economía política del desarrollo social, como generadora de distribución por sí misma de las rentas y como productora natural de equilibrios sociales y territoriales basados en el trabajo y los centros productivos medianos y pequeños, de manera tal que la intención de la economía sea, no tener más o simplemente la lógica de acopiar, de acumular, de competir para interactuar al exterior de los sujetos. Sino que ella sea un instrumento para desarrollar la conciencia y ésta a ella como su extensión: la economía política redistributiva y la conciencia son dos componentes simultáneos de una visión del desarrollo social que estimula igualdad, armonía y reflexión interior y en la interacción social.

Ello potenciaría la sociedad y el poder social y popular dando mayor capacidad a estos ámbitos, y en la medida en que se desarma el estado y se estimula la ascendencia moral y política de la sociedad, lo que algunos llaman utopía, se hace proceso concreto.

4.3 En tercer lugar, es el reto de articular las socializaciones (todas ellas, formales, informales) a unos ejes generales (conocimiento del medio o entorno, democracia participativa y dimensión ciudadana y cultura e identidad) para que éstas, repito, y no solo la escuela o las instituciones educativas ayuden a construir perfiles, y por tanto, procedimientos, métodos, actitudes y valores sustancialmente solidarios.

Esto implica la radio, televisión, publicidad, centros educativos, redes informáticas, juegos recreativos y lo que se llama hoy todavía “cárcel”, que debe ser progresivamente superada y desarticulada como centro de resocialización donde la ciudadanía no se pierde sino se reconstruye.

En este sentido una sugerencia:
Quizás podríamos plantearnos la experiencia de construir algún tipo de espacio reflexivo y propositivo en las Universidades (convergencias de las llamadas Ciencias Sociales y Humanidades) para ayudar a transformar críticamente las socializaciones: una “Unidad de Desarrollo Social y Conciencia” cuyo propósito fundamental sea el trabajar pragmáticamente relacionando nuevas lógicas sociales, nuevas reflexiones, nuevas actitudes, nuevos procedimientos para construir un sistema social y unos sujetos que no necesitan la cohersión, y si ella aflorara sea ahogada, marchitada, reducida, aislada por la ascendencia moral y política, por una posibilidad permanente y reactiva de hegemonía, no como aplastamiento o predominio, sino socializar y para obligar como situación y relación a ser buenos, a actuar bien, a hacer buen autogobierno y gobierno, a obedecer la buena demanda y el buen proceder.

Eso es algo del sentido común radical, y me permito por ello concluir con el texto del Evangelio de Marcos (Marcos 2,21):

“Nadie remienda un vestido viejo con un pedazo de género nuevo; porque la tela nueva encoge, tira de la tela vieja y se hace más grande que la rotura. Y nadie echa vino nuevo en vasijas viejas; porque el vino las rompería. Así se echarían a perder el vino en las vasijas ¡El vino nuevo en las vasijas nuevas!”.

Porque se trata de ir hacia el fondo, el vino y las vasijas nuevas. Eso es un cambio radical.

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