jueves, 17 de julio de 2008

PLAN EDUCATIVO: Cuarta sesión de reflexión

PROCESOS HISTORICOS;
IGUALDAD DE OPORTUNIDADES Y
MOVILIDAD SOCIAL EN EL
SISTEMA EDUCATIVO DOMINICANO

Dr. José Antinoe Fiallo Billini
Dr. Alberto Emilio Fiallo Billini



13 de Junio 1989
Santo Domingo


1.- INTRODUCCION

La presente ponencia, tal y como se estableció en el resumen previamente distribuido a los participantes en esta Cuarta Sesión del Plan Educativo, se desarrollará partiendo de la siguiente contextualización:

a) Las estrategias de “crecimiento” económico de la sociedad dominicana implementadas en las últimas décadas han significado un progresivo reordenamiento de los polos de acumulación capitalista para una economía extrovertida y destructiva, y por tanto, una recomposición de las fuerzas productivas y una redistribución geoespacial de la población. Este último fenómeno va adquiriendo las características de una verdadera concentración de ellas en pocas ciudades y una periferización de las zonas rurales y al interior de la macrocefalia urbana, con todas sus consecuencias de deterioro de calidad de vida y ambiente.

b) En tal sentido, la movilidad social adquiere una significación específica en ese contexto, determinando una violentación progresiva y diversa de los derechos democráticos del pueblo dominicano, tanto en la zona rural como la zona urbana, expresándose en una relación social de exclusión, selección y división del trabajo para las clases populares con y en el sistema educativo, sistema donde se expresan las necesidades y consecuencias del reordenamiento de los polos de acumulación capitalista para una economía extrovertida y destructiva de las fuerzas productivas y la nueva distribución geoespacial compulsiva de la población.

c) Ese proceso, que violenta los derechos democráticos del pueblo dominicano se expresa de manera concreta en la redistribución de la matrícula en las zonas rural y urbana, exclusión de la población infantil de la oferta preescolar, limitaciones graves de la cobertura en los niveles primario y medio, fenómenos de sobre edad y repitencia generalizados, procesos de aprendizaje impuestos en ruptura con la cultura popular, improductividad de la escuela pública en su relación con el entorno socioeconómico y educación superior en franca ruptura con la sociedad civil y las necesidades formativas de los sectores de economía productiva vinculados a la reproducción social de las masas populares

d) Ante este cuadro histórico y educativo procede plantearse un proyecto de propuestas educativas alternativas, que partiendo de una referencia o exigencia de desarrollo autocentrado y popular, contribuyan a la creación de condiciones de transición para el ejercicio de los derechos democráticos del pueblo dominicano, respetando la cultura popular, integrando a las masas excluidas y no cubiertas por la oferta educativa, estableciendo procesos de aprendizaje centrados en una relación escuela primaria y media—comunidad—producción, redefiniendo la formación técnico-profesional en un contexto de humanismo y transformación social e instituciones de educación superior que cumplan currículos gradados por las exigencias socioeconómicas y políticas de una economía productiva que responda en el contexto de relaciones sociales justas y democráticas.


1. POLOS DE ACUMULACION Y DISTRIBUCION
TERRITORIAL DE LAS FUERZAS PRODUCTIVAS
Y LA POBLACIÓN

Para la comprensión de los procesos que debemos abordar, es de especial relevancia el análisis global que articule la problemática de la acumulación capitalista y la distribución territorial de la población y las fuerzas productivas, de forma tal que no quedemos atrapados por los esquemas tradicionales. El paralelo histórico para deslindar ese proceso es la forma en que se constituye, en primer lugar, el equilibrio interno del capitalismo en el período trujillista, y la forma en que, posteriormente, y al sustituirse esa forma monopólica por una nueva coalición de clases, se adopta una vía prolongada de “crecimiento” que genera el proceso actual de una economía de servicios con su eje urbano fundamental y sus contradicciones y desequilibrios específicos.

En efecto, en la primera etapa del crecimiento económico en el contexto de la dictadura trujillista, y por una necesidad de articular una alianza de clases que territorialmente expresara una sólida base social, pero que, además, proporcionara un flujo de excedentes de bienes para el mercado interno, el trujillismo adoptó, como bien lo señala Roberto Cassá1, tanto una política proteccionista como de incentivos para varios géneros de procedencia agropecuaria. Esta política del primer período obtuvo importantes logros que repercutieron en el nivel de las importaciones, al ser éstas reducidas de manera sustancial. Esta política tenía como base el fomento de la economía campesina capitalista, sea de naturaleza semi-servil y mercantil, y por otro lado, una burguesía agraria media que contribuyeron a que el excedente para el mercado interior creciera, y para que se produjera una fijación relativa poblacional a partir de “una reproducción deliberada del minifundismo” (Cassá).

La burguesía trujillista, en este momento, no podía asumir polos de acumulación en gran escala territorial, combinando el desarrollo de estos de manera significativa en el campo y las ciudades, por lo que, los procesos de acumulación originaria y de acumulación capitalista se centraron, parcialmente, en exigencias de campesinización, orientado este proceso a obtener una mayor productividad, en un contexto de control estatal y de subalternidad del campesinado al terrateniente, al “mercado” y al aparato político trujillista.

Esta estrategia, con sus resultados de anclamiento parcial de la población rural, y por tanto, actuando como impedimento para el vaciado de la población rural, mantuvo prácticamente hasta 1935 un 82 por ciento de la población, como población rural y hasta 1950 un 76.2% en la misma condición, a más largo plazo.

Una vez la dictadura trujillista, a partir de la 2da. Guerra Mundial, y por una conjunción de factores que se desarrollan a partir de los procesos de acumulación descritos de la primera fase, importantes ingresos por alza de precios de los productos de exportación, ampliación de la presencia monopólica de la fracción trujillista, modernización del aparato estatal, aumento de la tasa impositiva, sostenimiento de la sobreexplotación de la fuerza de trabajo, el trujillismo pasó a controlar los procesos masivos de producción de plusvalía absoluta, subordinando de manera definitiva a las demás fracciones de la burguesía, incluyendo la comercial y la exportadora-importadora.

Pero para los fines de nuestro interés, de lo que se trataba era de un progresivo reordenamiento de los polos de acumulación, en la medida en que la burocracia político-militar y la fracción burguesa trujillista, con el grueso de la plusvalía absoluta en sus manos, pasaba a una nueva fase de su desarrollo orientado a crecer en su control de empresas fabriles y manufactureras, en la ampliación del parque industrial, dominio de la problemáticas de la deuda externa y mejoramiento de los instrumentos estatales de política monetaria y financiera.

El paso a esta nueva fase de manera rápida y relativamente en gran escala, a finales de la década de los 40 e inicios de los 50, que se expresa en un presupuesto público que osciló de 43 millones en 1946 a 128 millones en 1952, suponía un crecimiento del capitalismo urbano, cuyo ejemplo más relevante es que el capital fijo en el sector industrial no azucarero pasó de 16 millones de pesos en 1945 y prácticamente se llevó al doble entre 1947-1948 y su ascenso concluyó en 1960 con un monto total de 120 millones de pesos.

No es casual que la población urbana creciera de un 23.8% en 1950 a un 30.3% en 1960, mientras la población rural descendía progresivamente en ese orden desde un 76.2% en 1950 y un 69.7% en 1960.

Una expresión importante de ese proceso del desarrollo desigual y combinado es el descenso de la Población Económicamente Activa (PEA) del Sector Agropecuario desde 71.7% al 66.5%, mientras crece la PEA de otros sectores predominantemente urbanos como Industria 8.1% a 8.6% y Servicios 9.4% a 11.9%, lo que indica que el proceso migratorio exigido por el inicio de la descampesinización y el desarrollo del capitalismo urbano de la nueva fase, se ha iniciado de manera significativa.

En la década de los 50, pues, se abre el largo proceso de urbanización compulsiva consecuencia de las estrategias y políticas de las fracciones dominantes, en la medida en que se articulan polos de acumulación y distribución territorial de las fuerzas productivas en un progresivo dominio de la relación social capitalista y sus consecuencias, entre ellas, la necesidad de redistribución espacial de la población, fundamentalmente de trabajadores directos; y como su contrapartida necesaria, las pocas grandes ciudades como asientos territoriales del dominio de clase y la centralidad del Estado, que es exigencia del crecimiento capitalista.

El inicio de la crisis del régimen trujillista en 1961, no sólo es la expresión de un reordenamiento político en la cúpula, sino fundamentalmente un reordenamiento de la alianza de clases dominantes, una lucha por el poder entre fracciones de la burguesía, una redefinición de los polos y formas de acumulación, una redistribución territorial de las fuerzas productivas, un nuevo momento de profundización del vaciado compulsivo de las zonas rurales y un creciente avance del proceso de urbanización acelerado de acuerdo a las exigencias de las nuevas fracciones hegemónicas: la burguesía extranjera (predominantemente norteamericana) y su Estado y la burguesía compradora o intermediaria dominicana con el “mercado” mundial.

En efecto, los dos momentos claves que expresan ese reordenamiento, encuentran su expresión en los regímenes del Consejo de Estado y el Triunvirato (1962 y 1963), tanto en relación a las políticas referidas a las fracciones urbanas tradicionales del capital como en relación a la profundización de la descampesinización por la vía de la crisis de la producción para el autoabastecimiento alimentario. La cuestión clave en este reordenamiento, lo señala Roberto Cassá, cuando indica2, “grosso modo, la orientación económica se definió en el sentido de abandonar el esquema trujillista que propiciaba el crecimiento interno por la vía de la industria sustitutiva de importaciones, la orientación básica, en lo adelante, fue la apertura al exterior, pero no en el plano del crecimiento de la economía agroexportadora, sino simplemente por la supresión de las restricciones a las importaciones”.

Las consecuencias fueron inmediatas y las importaciones pasaron 87 millones y 69.4 millones en 1960 y 1961 a 160.2 millones en 1963 y 1964 (Cassá), pasando a ocupar en el Producto Bruto Interno del 11% al 17%. En tal sentido, el polo de acumulación impuesto por la fracción compradora de la burguesía dominicana y por su contraparte en el mercado mundial, se hizo a partir de una dinámica parasitaria en relación a las fuerzas productivas realizando la ganancia capitalista en una relación de beneficios en el “mercado” mundial y en precios del mercado interno, a costa de no orientar inversiones al capital productivo industrial o agropecuario.

Se establece así de manera definitiva lo que podríamos llamar una cultura urbana parasitaria de acumulación, de tipo corporativo, en fracciones de la burguesía; y de acuerdo a investigaciones destacadas de la problemática alimentaria, es precisamente en el período 1964-1965 cuando se comienza a perder lo que se denomina la autosuficiencia alimentaria del país, en la medida en que la estrategia de relevo del trujillismo no puede articular la reproducción de la economía campesina con la necesaria expansión de la industria ligera urbana productora de bienes de consumo de masas (ya en 1976-77 solo alcanzábamos el 76% del autoabastecimiento). Esta incapacidad para combinar factores de contención del “vaciado” de la población rural y de oferta de empleo y servicios urbanos para las poblaciones migrantes a las ciudades, así como el franco proceso de crisis de hegemonía en la sociedad civil y el Estado, abren las compuertas para un crecimiento sustancial de los procesos de reordenamiento territorial de la población: sobre todo agudizando la tendencia hacia la macrocefalia urbana en la ciudad de Santo Domingo y su “ad-metrópolis” Santiago (Yunén).

Este proceso se expresa de manera cuantitativa en la caída en la participación del Sector Agropecuario en el PBI, con sus oscilaciones, entre un 31.5% en 1950, 32.8% en 1960 y un 23.2% en 1970, hasta un 16.6% en 1980 y 16.9% en 1985. Esta situación se expresa también al interior de la producción agropecuaria por habitante, que según las fuentes del Instituto de Estudios de Población y Desarrollo (IEPD), de donde provienen las cifras anteriores, nos dicen que “la producción de granos comestibles por habitante se redujo en un 73% y la de tubérculos, bulbos y raíces en un 40%”. Por otro lado, sigue diciendo el IEPD, “la producción per cápita de frutas, incluyendo plátanos y bananas, que forman parte de la dieta básica, disminuyó en un 32% y la de leguminosas, de carnes y leche quedó estancada”.

De otra parte, la cara urbana de la recepción de la población migrante, presenta una situación grave y dramática, a tal extremo que parques industriales como la Zona Industrial de Herrera, según estudios de la Asociación de Empresas Industriales de Herrera (AEIH), muchas de sus empresas operan (40%) entre el 51% y 75% de su capacidad instalada y solo el 17% reportó trabajar con índices de ocupación por encima del 76%, mientras el 34% de las industrias operan con un 26-50% de su capacidad instalada3, lo que obviamente impide el establecimiento de un sistema de turnos completos de trabajo por empresa y una reducción apreciable de costos de operación.

Sobre todo si observamos con detenimiento las tasas de desempleo que han oscilado entre el 24.0% en 1970, 24.1% en la zona urbana y en relación a un total del país que osciló del 24.15% en 1970 y 27.1% en 1985 (de acuerdo al Cuadro 11.20 de República Dominicana: Población y Desarrollo-PNUAP-ACDI-IEPD-CELACE 1988), con proyecciones del 29.6% en 1989, e índices de subempleo de 43.4% en 1980 de acuerdo a la “Encuesta de Mano de Obra” de 1980, con proyecciones de 56.5%. Es necesario concluir que el cuadro urbano creado por las nuevas estrategias de “crecimiento” y polos de acumulación plantea un escenario agudo de desequilibrios, tanto en la sociedad civil como en la sociedad política, pero sobre todo en las contradicciones entre el espacio marginal a la sociedad civil y todo el esquema de participación e integración (sistema político y de hegemonía en la sociedad civil).

Pero esto debe ser explicado al través de una visión procesal de las políticas económicas y las estrategias de los últimos años que, profundizando el reordenamiento del capitalismo dominicano, han puesto al país en lo que algunos estudiosos acuciosos han denominado la vuelta a las condiciones para revoluciones políticas clásicas (revoluciones de eje urbano).

La sucesión del post-trujillismo a partir de 1966 pretendió ser viabilizada en un proyecto que trató de restar la necesidad de campesinización como factor de equilibrio con un relevo bajo control de la expansión del capitalismo urbano, lo cual, obviamente, por razones estructurales y del poder político (su naturaleza y relación liderazgo, clase y Estado) no fue posible. Se trató de articular una política sustitutiva de importaciones vinculadas a la importancia parcial de materias primas y bienes de capital, con políticas de campesinización garantizadas, aparentemente, por instrumentos de control de precios, comercialización y distribución de tierras para ampliar la base del campesinado parcelario.

Si bien es cierto que la manufactura casi duplicó su aporte al PBI, lo mismo que el comercio y el transporte, en desmedro de la agropecuaria, fenómeno ya señalado, la débil vinculación de la industria y la agricultura, y una mayor vinculación a la dinámica productiva urbana de la burguesía compradora, y por ende, a limitar la expansión del mercado interno como eje de articulación y distribución de los polos de acumulación, como factores de equilibrio y distribución del ingreso.

En última instancia, y en un proceso complejo de lucha de clases en el interior del bloque de poder, el proyecto sustitutivo de importaciones basado en tecnologías no apropiadas y en la necesidad de recursos estatales vía agroexportación, fortalecieron los polos urbanos de acumulación, denominados por algunos autores “modernizantes” del área de los servicios distribuidos geoespacialmente en las ciudades más importantes, sin que el modelo sustitutivo de importaciones transfiera al Estado cuotas apreciables de plusvalía social destinable a los sectores productivos, sobre todo agropecuarios en áreas de financiar procesos masivos de campesinización e industrialización rural-urbana articulados.

Ello explica la continuidad irreversible del proceso de descampesinización y urbanización, pasando la población urbana a 39.7% en 1970 y la rural en descenso a 60.3% manifestándose en tasas de crecimiento de esas poblaciones del 5.97% y 1.37% respectivamente, pasando el Sector Agropecuario en su contribución al PBI de 32.8% en 1960 al 23.2% en 1970, mientras, como dijimos, la manufactura crece del 14.9% al 18.5%.

En cuanto a la fijación territorial del productor directo rural, se incrementa la fragmentación de la propiedad minifundista entre 1960 y 1971, que pasa de 88.5% en 1960 con una superficie del 23.5% del total, mientras que en 1970 un 84.1% cubría un 20.6% de una superficie, estabilizándose la propiedad latifundista y reduciéndose la propiedad media rural, dinámica que refuerza la economía extrovertida agroexportadora que se organiza a partir de grandes latifundios o plantaciones o por el control que ejercen las compañías agroexportadoras intermediarias frente a los pequeños y medianos productores.

En última instancia, la incapacidad para sostener su base social rural por políticas de campesinización, y su incapacidad también, para, con políticas populistas urbanas de redistribución estabilizar, determinaron la crisis de legitimidad popular del período conocido como los doce años (1966-1978), redujeron el margen de maniobra del régimen en relación a las fracciones de la burguesía que exigía un más rápido proceso de articulación del capital financiero, industrial y agroexportador, y en general de la dinámica de reordenamiento del capital y de afectación de las fuerzas productivas orientadas a la reproducción social de las masas populares.

El relevo de 1978 centró sus políticas en el uso del gasto público por la vía de la demanda al sector externo, para lo cual profundizó el endeudamiento interno en una primera fase (78-79) y posteriormente el endeudamiento externo (80-81), lo cual tuvo impacto en el crecimiento del sector gobierno en el PBI, pero no en los sectores productivos de bienes, vale decir, agropecuaria e industria.

Obviamente estas políticas, en el contexto de apertura del neoliberalismo imperialista y de la definición de las políticas privatizadoras del régimen de Reagan, tendieron a fortalecer las fracciones urbanas burguesas especuladoras, parasitarias e intermediarias, y un gran flujo de recursos recogidos de la “demanda inducida” fueron a depositarse en las instituciones recolectoras de los grupos oligopólicos, creando situaciones de liquidez que al desbordar, reprodujeron las formas improductivas de acumulación capitalista (entre otros, sector financiero informal).

Puede afirmarse que en este período comienzan a crearse las condiciones para una redefinición más a fondo del capital internacional y sus instituciones de fiscalización, en la medida en que el índice de relación del intercambio externo fue en 1980 en 30% menor que en 1975, se redujeron las exportaciones por la política proteccionista de países centrales produciéndose un déficit de Balanza de Pagos que en 1980 alcanzó los US$671 millones, lo cual se agravó por lo que un estudio denominó “estrangulamiento del mercado financiero internacional”, mientras las tasas de interés seguían su curso ascendente.

Es evidente que esta coyuntura se incrementa al paso de las fracciones burguesas metropolitanas (del centro) y criollas aliadas, y se cierra, en gran medida el ascenso hacia la definitiva “metropolización” de la ciudad de Santo Domingo, que es un proceso que se alimenta, como lo dice Yunén4 de la degradación ambiental de la cultura rural, definiendo el proceso de la siguiente manera: “Es entonces dentro de este contexto de degradación del ambiente rural (entre los que destaca, N.A., el resto de 14% de foresta original al 1985) que surge la metropolización (o super urbanización), la cual se nutrirá de la misma, marginalidad que tanto ella como la degradación conllevan para reproducirse incontroladamente a través de mecanismos de centralización”.

En este contexto se inician las políticas de “ajuste” del 1982-1986, donde predomina ya, sin discusión alguna, la exigencia de un protectorado económico del Fondo Monetario Internacional (FMI) avalado por el grueso de los sectores económicos y políticamente dominantes.

Este protectorado significó la devaluación monetaria, creación del ITBI y un sistema de valoración aduanera según el cambio libre (ad valorem), lo que permitió un incremento de los ingresos públicos con la inflación, de forma tal que se financiará el gasto público para éste ser destinado al drenaje que significaban las acreencias internacionales.

El salario real se deterioró atacado por los procesos inflacionarios del orden del 24.46% y 37.51% en los años 85 y 865 reduciéndose a pesar de los aumentos a precios de $37 y $36 de 1968, la canasta familiar agropecuaria se elevó significativamente y el desempleo se incrementó al 27.2% de la PEA a 1985.

La devaluación monetaria y la desvalorización real del trabajo se convirtieron en un estímulo para el desarrollo del Turismo y Zonas Francas6, trasladándose progresivamente los ejes de acumulación hacia estos sectores. Es relevante señalar, que, de acuerdo a estimados del Banco Central y de empresarios capitalistas del área de Turismo, entre 1978 y 1988 de $14,000 millones destinados a construcción $7,000 millones fueron “a parar a esta floreciente actividad” reportándose oficialmente un monto de ingresos en divisas de $616 millones de dólares; y en Zonas Francas, con 17 de ellas en operación, se pasó en ingresos por divisas de US$205 millones a US$508 en 1988.

La premonición del futuro en este contexto se expresa en la revuelta popular de 1984 contra el jorgeblanquismo fondomonetarista, cuando el proceso de reordenamiento territorial de la población y las fuerzas productivas coincide, tanto con una política dura de desvalorización concientemente aguda de la fuerza de trabajo para los nuevos polos de acumulación, como con la pérdida de la legitimidad y soporte de la política populista urbana que se expresó, parcial y originalmente, en la política de demanda inducida del período 1978-1980.

Esta coyuntura definió en lo fundamental el resultado político de 1986, lo que obligó al nuevo gobierno balaguerista al predominio de políticas de transición que buscan un equilibrio entre el papel rector-hegemónico de los grupos corporativos de la clase burguesa en relación, tanto a las diversas fracciones del capital que con y en ellos operan, como con el remanente de la burocracia política balaguerista que en la cúspide estatal asiste a sus momentos de conclusión del ciclo político actual.

Al no ser ya el Estado el principal eje generador ni apropiador o distribuidor del excedente económico (característica básica del período trujillista), tiene ahora cada vez menos recursos en divisas (uno de los polos de acumulación “ocultos” y privatizado parcialmente) y se debilita ante el resto de la “sociedad civil” que crece, se complejiza y se “moderniza” en los enclaves urbanos que la élite burguesa reordenadora ha establecido como su hábitat territorial.

Las políticas estatales buscan financiar el gasto público combinando el manejo de la política monetaria (inorgánicos) con impuestos sobre productos no generados por el Estado, lo que alimenta el proceso inflacionario que se espera para este año de 1989 en por lo menos un 60%. En este sentido es relevante señalar, que, como contradicción que expresa el proceso histórico en curso la oferta de alimentos, sobre todo provenientes del sector agropecuario, se elevó sólo en un 0.5% en tanto que la oferta monetaria creció entre un 46% y un 49%.

Se admite que en 1988 el sector agrícola estableció un crecimiento negativo del 1.8% en el contexto de un crecimiento negativo global de 1.4% de acuerdo al Banco Central, habiendo crecido, como es obvio, los sectores de servicios (comunicaciones, financiero, construcción). Teniendo como referencias esos elementos de política, una contradicción que resulta evidente es que los incentivos para la inversión en turismo y zonas francas industriales, son precisamente las exenciones fiscales y las garantías de una elevada tasa de retorno junto a la sobreexplotación de la fuerza de trabajo para el inversionista, las cuales esperan por tanto mantener o mejorar sus “ventajas competitivas”, sin que pueda garantizarse que los recursos allí generados pueden ser reciclados en la economía dominicana, sobre todo para financiar o suplir empresas productivas para el mercado interno.

El resultado final de esta larga transición hacia un nuevo período que marca la finalización del período post-trujillista, es que se está acelerando una nueva redefinición del papel del Estado: de ser un soporte fundamental para la acumulación al largo plazo (período trujillista y post-trujillista) pasa a asumir un rol, en el actual período 1986-1990, más “pasivo” y condicionado por factores de corto plazo, coyunturales, recibiendo y manejándose entre presiones internas y externas de la lucha interburguesa, para la privatización generalizada de la producción de bienes y servicios tradicionales estatales o públicas.

El futuro inmediato de este modelo transicional dependerá en gran parte de la forma como se estructure el flujo y control del ingreso de divisas (incluyendo todo lo relativo a su distribución prioritaria para los sectores de economía productiva, sea de políticas de campesinización o de desarrollo de industria ligera media), y el impacto que ello pueda tener en el empobrecimiento relativo de la población, de cómo puedan reducirse los requerimientos de importación por unidad producida (lo que plantea una política de reconversión industrial al mediano plazo), sin que ello presione la inflación.

En los años 1986 y 1987 hubo un repunte del PBI per cápita en construcciones, creciendo 13% y 31% respectivamente, lo que produjo según una cifra que puede ser tomada con delicadeza de pinzas, un crecimiento del PBI del orden de los 5.7%. Pero en 1988 cifras provisionales del Banco Central ya citadas, dan un crecimiento negativo al PBI de menos del 1.4% (algunos economistas establecen en 1% y el 0.9%).

En este contexto el gasto social y en salud ya en 1989 (primer trimestre) observa una disminución real, pasando el gasto social real acumulado a Marzo de 1988 de $111.1 millones a $91.4 en los mismos meses de 1989, lo que significa una reducción del 21%. Esta situación anuncia o advierte para los próximos años la acentuación de la estrategia de transición hacia una economía de servicios privatizados y un modelo generador de divisas basado en los polos de acumulación de la agroexportación, el turismo y las zonas francas.

Para los próximos años es de esperar, de continuar el esquema vigente, una crisis del gasto social per cápita, y una profundización de la crisis política por la pérdida del poder legitimador de la educación y la salud (recursos de hegemonía, también) por la ausencia de estrategias para ambos sectores y crisis sobreañadida de su financiamiento.

Esta crisis tendrá expresiones en dos polos socioeconómicos y políticos: los territorios de descampesinización y los territorios urbanos de la marginalidad, sobre todo en estos últimos por los efectos combinados rural-urbano de la estrategia de economía extrovertida que vacía el campo y concentra en las ciudades, agudizando con la sobreexplotación de la fuerza de trabajo la lucha social a escala nacional. Jorge Cela, Isis Duarte y Carmen Julia Gómez7, resumen el proceso global de la siguiente forma: “un tipo de desarrollo capitalista urbano que dirige las nuevas inversiones hacia las grandes ciudades y destina gran parte de los recursos estatales a la creación de infraestructura y otros servicios en los principales núcleos urbanos, básicamente en Santo Domingo, convertida así en el principal polo de atracción de los migrantes”. Y agregan: “El tipo de migración que dio origen a la población marginal está vinculado al desarrollo del capitalismo en el agro y de subordinación de la economía campesina que generan una forma específica de descampesinización y de expulsión de trabajo de las zonas rurales”. Concluyendo con los siguientes razonamientos agudos: “Se desarrolla así una modernidad del consumo sin que la lógica moderna penetre las relaciones de producción”.

El fenómeno macrocefálico se expresa en una doble vertiente: en primer lugar, en su lógica concentradora: 73.2% de las ventas al por mayor era en el Distrito Nacional, el 71% de los permisos de construcción, el 74.5% de los teléfonos, 75% de los vehículos, los supermercados pasaron de 91 a 225, agencias de viajes de 165 a 404, tarjetas de crédito de 3 a 21 y agencias de computados de 11 a 78 (Cela, Gómez, Duarte, ob. cit.) y 80% de todos los préstamos otorgados (Yunén, ob. cit.). Y en segundo lugar, en su lógica de periferización interior o de marginalización se expresa en la ciudad de Santo Domingo en que un área del 18.62% territorial es ocupada por el 64.65% de la población con el 62.23% de las viviendas, mientras en el 81.38% del territorio el 35.35% de la población vive en el 37.77% de las viviendas ocupadas (ver obra de Rafael Emilio Yunén, citada, pág. 76), y en la mayoría de los barrios marginales y populares no más del 28% de la PEA tenía empleo fijo.

Yunén afirma con absoluta razón: “… se usa una parte del territorio para el sector “moderno”, avanzado, con bajas densidades, con la instalación de las zonas simbólicas, con cierta concentración para el comercio y luego se deja otro espacio productivo para que funcione a costa del hacinamiento y la degradación de los habitantes que no pueden pagar otras rentas, ni tener suelo urbano para asentarse en otros lugares” (ob. cit. p. 75).

Cela, Gómez y Duarte señalaban en su ensayo que “la expansión del sector formal está condicionada a la marginación progresiva del sector informal” (ob. cit., p. 11), coincidiendo en cuanto la escisión territorial urbana del hábitat de la burguesía urbana y el hábitat de los pobres y oprimidos, transformando el espacio urbano en el eje de la lucha social, “el espacio urbano es el campo de batalla de esta guerra”, concluyen esos autores.

Y la agudización de los factores críticos y de confrontación está dada, entre dos sectores, porque la estrategia de crecimiento adoptada refuerza la marginalidad de las masas.8

La marginalidad y la “modernidad” están articuladas a una totalidad que es la nueva vía de crecimiento, vía que es constantemente presentada incluso como vía de estacionamiento o paradas de los flujos migratorios compulsivos. Yunén, de manera acertada describe el fenómeno: “Las últimas innovaciones traídas por el turismo, las zonas francas, etc., han creado nuevos enclaves y han causado también un reforzamiento de los centros urbanos tradicionales, pero con el agravante de que los han convertido en más dependientes aún del exterior ya que utilizan muy poco los bienes y servicios provenientes de los sectores productivos nacionales (con excepción de la mano de obra superbarata y explotable, las playas y otros recursos escénicos, los recursos no renovables que se extraen de las minas y los recursos del suelo a través de su degradación” (ob. cit., p. 78).

Y toda esta estrategia de crecimiento exige una definición de políticas y estrategias formativas, tal y como se define en el informe “Sobre las Tendencias de la Economía Externa” de República Dominicana elaborado en abril de 1989 por la Sección Económica de la Embajada de Estados Unidos cuando dice: “La mano de obra dominicana es trabajadora, cooperadora y fácilmente entrenable en oficios básicos”, estableciéndose claramente una división del trabajo a escala de masas para adecuar la educación de los nuevos polos de acumulación.


2. EXPRESIONES DE REORDENAMIENTO, EXCLUSIÓN, SELECCIÓN Y DIVISIÓN DEL TRABAJO EN SUS MANIFESTACIONES MÁS RELEVANTES EN EL SISTEMA EDUCATIVO¿Cuál ha sido la expresión y los resultados de este proceso en el sistema educativo y cuáles han sido sus resultados más relevantes en cuanto se refiere al cumplimiento histórico de los derechos democráticos del pueblo dominicano?

a) Reordenamiento Territorial de la Matrícula Escolar

La evolución de la matrícula escolar global expresa el impacto progresivo de la redistribución territorial de las fuerzas productivas, la descampesinización y los procesos masivos de urbanización, lo que podemos expresar abordando diversas cifras desde diversos ángulos de ese reordenamiento. De acuerdo con datos de la Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos (SEEBAC) correspondientes al año académico 1968’69, la población del nivel primario rural era de 447,699, lo que representaba un 67.8% de la población total en ese nivel, de un total de 659,964 alumnos. La primaria urbana oficial, ascendió a 212,265 alumnos y la semi-oficial urbana con 30,974, completándose la población primaria privada con 34,876 alumnos, y la rural “privada” con 392 alumnos.

De acuerdo al “Informe de UNESCO”9 de 1975 la evolución de la matrícula de la educación primaria en términos urbano-rurales evolucionó de 516,000 (1964-1965) a 942,400 (1975). De la primera cantidad 171,000 estudiantes eran urbanos (33%) y 344,500 eran rurales (67%). De la segunda cifra global de matrícula, 406,000 (43%) eran estudiantes urbanos y 536,400 estudiantes rurales (57%). Ya para 1981, y referida exclusivamente a la matrícula de los establecimientos públicos, el porcentaje global de la participación urbana ascendía al total de 55.2% de todo el sistema y el rural en 44.8%, estableciéndose los porcentajes en la educación primaria de 47.3%; en la educación media 68.4% urbana y 31.6% rural y a nivel superior sin poder procesarse de manera cuantitativa en cuanto a procedencia, pero por lo menos en la Sede Central de la UASD por arriba del 84% de su matrícula.

En los datos aportados de manera global en la ponencia de Jorge Max Fernández, en la sesión anterior, se establece un correlato entre Población y Población Escolar de la siguiente manera:

Población Total Escolar
Urbana 52.0 52.7
Rural 48.0 47.3

El grueso de los datos expresa la progresiva urbanización de la matrícula y la selectividad en la modalidad interna de la misma, agravándose por las características del desarrollo desigual regional. El IEPD calcula una matrícula: “urbana en o cerca del 55% de la matrícula escolar…” y en las regiones Sureste y Cibao con ejes en una metrópolis y su “ad-metrópolis”, el 88% de esta matrícula urbana. El sureste con un 46% y el Cibao con 41.7% al nivel global, estableciéndose en Santo Domingo un 23% de la matrícula pública.

En este contexto es importante señalar que el 46% del gasto del sector público en el área se destinó a la educación primaria en áreas urbanas en los últimos años de la década del 70 y los inicios del 80, agravándose la situación para este 1989 cuando se prevee una reducción del gasto social en más de un 20% e incrementos en el PBI en áreas de servicios y construcción.




b) Analfabetismo:

Las cifras de acuerdo a la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) expresan la siguiente evolución:

Global: 56.8% (1950), 34.2% (1960), 32.6% (1970), 25.8% (1980), 22% (1988).

Zona Urbana: 29.5% (1950), 18.9% (1960), 18.6% (1970), 15.9% (1981), 13.5% (1988).

Zona Rural: 66.1% (1950), 41.3% (1960), 42.4% (1970), 37.3% (1981), 22% (1988).

El comportamiento global de los porcentajes nacionales y por zonas expresa claramente el desarrollo desigual y los fenómenos de periferización, sobre todo los graves problemas que se generan con la pauperización de las economías campesinas, aunque no traducen todo el fenómeno cuantitativamente.

Se expresan dudas referidas a la validez o no de las cifras y a contradicciones en relación a la evolución de las tasas, admitiéndose que “el analfabetismo funcional sigue siendo muy alto, pues aparte de los analfabetos y de los que nunca asistieron a la escuela hay una proporción considerable de personas con muy bajo nivel de instrucción. Información adicional del censo de 1981 permite corroborar esta afirmación: el 58% de las personas de 15 años y más que asistieron a la escuela alguna vez en su vida, pero no asistían en 1981, tenían primaria incompleta”.10

Esta situación está avalada por diversas afirmaciones. El IEPD en el Seminario Taller que antecedió a estas sesiones, realizado en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), estableció el porcentaje del 28.8% para 1981, con una diferencia de por lo menos tres puntos en relación a la cifra oficial.

Sin embargo, en un documento reciente de la Oficina Nacional de Planificación (ONAPLAN) se dice lo siguiente: “Hay en el país 1,912,830 analfabetos entre la población de 10 años y más, considerando entre ellos a los analfabetos funcionales, o sea personas que han abandonado el sistema educativo sin concluir el ciclo básico. El porcentaje de analfabetos 33.8% es un factor limitante a la formación y capacitación de la población”, es decir, al 1987 y por encima de la edad de 10 años, lo que obviamente indica que los analfabetos son más, y que, nos encontramos en cierta medida, en los niveles porcentuales del 1960, y por lo tanto, con un fenómeno masivo de exclusión.

Es relevante precisar que de acuerdo a cifras del Censo de 1981, tomando como fuente la Oficina Nacional de Estadística (ONE-1985), las tasas de analfabetismo muestran y expresan el desarrollo desigual, y mientras en los grupos de edad de 5-9 años en el Cibao y Sureste es de 52.2 y 58.1, en el Suroeste es de 65.5%.


c) Cobertura:

En relación a la capacidad del sistema educativo para incorporar y atender a las poblaciones en condiciones de ingresar al mismo, nos encontramos con aspectos cuantitativos que deben ser dilucidados, para determinar los grados masivos de exclusión que este proceso ha desarrollado y profundiza.

Los estudios realizados y las conclusiones arribadas, establecen crecimientos cuantitativos que no esclarecen, en primer lugar, las razones de la expansión de la matrícula y, por otro lado, los niveles reales de cobertura, que se relacionan no sólo con el ingreso, sino además con la retención en un contexto socioeconómico.

Se ha establecido una evolución de la tasa de escolaridad creciente para los últimos años, no sólo desconociendo los elementos anteriores, sino además, partiendo de la normatividad constitucional de los 7-14 años como paradigma de obligatoriedad jurídica, no socioeconómica y política.

“Los datos desde 1980/81 aportados por la SEEBAC evolucionan desde una cobertura de 84% para primaria en ese año, hasta una cobertura del 90% en 1986-1987, lo que se expresa en una exclusión de 136,171 potenciales alumnos del grupo 7-14 años. “

Sin embargo, en este caso sucede algo parecido en cuanto al análisis del analfabetismo, y utilizando como fuente la ONE, el documento “República Dominicana: Población y Desarrollo”, p. 88, establece “que alrededor de un tercio (unos 740 mil) de los jóvenes de estas edades (6-19 años) no eran cubiertos por el sistema en 1981 y que más de la mitad (unos 308 mil niños) de aquellos niños menores de 6-9 años no asistían a la escuela”. El cuadro citado de las edades de 6 a 19 años de un total de 2 millones 53 mil, establece una cobertura de un 64.1% de la población de estas edades.

Otras cifras, aportadas en el Documento del Secretariado Técnico de la Presidencia –ONAPLAN 1987- ya citado precedentemente, y apoyándose en datos de la SEEBAC (Plan Operativo y el Informe Inventario de Centros Educativos Privados y Semi-Oficiales), el sector oficial atiende una población de 1,246,332 en los diferentes niveles.

Y el documento desagrega esa población de la siguiente manera:

- Nivel Preescolar y Primaria: matrícula 25,291 (no formal) y 15,728 (formal), total de 41,019 niños. La población de 3-6 años es de 721,876, siendo la cobertura oficial de 5.7%. Los matriculados para ese año en las edades de 7-14 años son 930,592 con una cobertura de 71.4%.

- La cobertura global del sector público y privado para preescolar es de 16.8% (el sector privado tiene una cobertura predominantemente urbana de 80,133 alumnos con 11.1%).

- La cobertura del sector privado para el nivel primario es de 18.2% (sólo edades 7-14 años) lo que asciende a una cobertura de 89.6%.

- En la Educación Media (Tradicional y Reforma) la matrícula pública es de 188,356, con una población del grupo de edad 15-19 años de 761,549, con una cobertura del 24.7% del sector público y la privada es de 9.2% con lo cual sólo se alcanza a un 33.9% de la población escolar de 15 a 19 años, lo que significa una exclusión de 503,549 jóvenes del grupo de edad correspondiente.

De acuerdo a esas cifras oficiales más de 1 millón 200 mil niños y jóvenes dominicanos están fuera del sistema escolar (desde pre-primaria a educación media), en porcentaje de exclusión del 83.3% para pre-primario, 10% para el nivel primario (con referencia al ingreso) y 66% del nivel medio.12

En relación a la problemática tratada del reordenamiento de la matrícula y la cobertura de la población en el contexto de los análisis y apreciaciones sobre la expansión matricular, es importante señalar que es necesario una interpretación correcta de todo el proceso, para evadir o responder, según el caso, lo que se denomina “avances cuantitativos del sistema”.

Ruy Mauro Marini13 nos dice al respecto y citamos:

“Entre los rasgos que caracterizan la evolución reciente de la situación educativa en América Latina, el más notable es, probablemente, la expansión cuantitativa de la matrícula. Los datos globales hablan por sí: en el período 1956-1965, la matrícula escolar aumentó en 60% a nivel primario, en 11% a nivel medio y en 92% en la enseñanza superior. Sin embargo, para hacer frente a la ampliación de servicios que estos porcentajes indican, el sistema educativo no incrementó ni elevó el nivel de sus estructuras, lo que significó que dicha ampliación fue correlativa a una baja en la eficiencia de la enseñanza. Basta con recordar que, pese a las buenas intenciones expresadas reiteradamente, el porcentaje del gasto educativo público en relación al producto nacional bruto está lejos de alcanzar la meta del 43% que los mismos gobiernos de la región se han fijado, y que se dieron incluso casos, como el de Brasil principalmente, en que dicho porcentaje disminuyó en los últimos años. Por otra parte, la estructura del gasto educativo muestra que, para el período 1955-1960, entre gastos corrientes (destinados a la administración general, sueldos del personal docente y auxiliar, etc.) se destinó a los primeros 90% y a los segundos solo el 10%, en lo referente a la educación primaria, en el nivel secundario, cuya expansión cuantitativa fue la más acentuada, la proporción fue respectivamente de 95%, para igualarse a la del nivel primario en la enseñanza superior (90% y 10%) pese a que la expansión de la matrícula fue más fuerte que ésta”.

“La contradicción es por lo demás evidente para no despertar la atención. Sería difícil explicarla sin recordar que la educación ha sido tradicionalmente, en la vida de los pueblos, el mecanismo de ajuste entre las aspiraciones individuales y las formas de organización social. Sin ir muy lejos en el pasado, la sociedad feudal, regida por una clase guerrera y por el clero, y basada en formas primitivas de producción, desarrolló instituciones de educación militar y teológica para las clases dominantes, al propio tiempo que, frente al desarrollo comunal, proveyó un sistema relativamente elaborado de formación profesional para las clases burguesas. En la sociedad burguesa, sometidas a las leyes de producción y cambio de mercancías, y regida por una clase que basa su dominación en el liderazgo de la burguesía sobre las demás clases sociales, la práctica educativa, dio lugar, por primera vez, a un sistema educativo nacional, abierto en principio a la generalidad de los ciudadanos y tendiendo cada vez más a constituirse en un instrumento regulador del mercado de trabajo”.

“El análisis de la evolución de los sistemas educativos europeos muestran claramente cómo la burguesía, después de un período en que la mecanización volvía innecesaria la calificación artesanal, elimina la formación profesional y, en una amplia medida, las formas de educación popular heredadas de la sociedad medieval, empieza a edificar en lo sucesivo un sistema adaptado a las necesidades de la economía capitalista. La estrecha correlación que se observa entre la expansión y la diversificación del sistema educativo, por un lado, y, por otro, el proceso de industrialización y urbanización refleja un desarrollo capitalista internamente coherente”.

“El fenómeno latinoamericano es muy distinto. En regla general, se puede afirmar que la formación y el crecimiento del sistema educativo presenta una correlación definida con el proceso de urbanización, pero en la medida en que éste se comporta con acentuada autonomía frente a la industrialización, la evolución del sistema educativo tiende a configurarse como una variable independiente en el marco del desarrollo de las fuerzas productivas. Ello se hace visible ya en el siglo pasado, cuando países como Argentina y Chile, que experimentaban una urbanización desproporcionada a su desarrollo económico, y que se debía en parte a la tendencia urbanizante que se manifiesta en las economías ganaderas y mineras y en parte a la influencia de la inmigración europea en el crecimiento demográfico, implementaron su expansión educativa a un ritmo muy superior al de países como Brasil y México, en los cuales la urbanización era menos acentuada”.

“La aceleración del proceso de industrialización en América Latina, a partir de los años treinta, no corrigió esa situación, sino que la agravó. La primera causa de ello se debe a las condiciones que pasan a imperar en el sector agrario. En efecto, la retracción de la demanda mundial de productos primarios, por un lado coarta el crecimiento de las actividades vinculadas a la exportación, limitando así la absorción de mano de obra; por otro lado, la propiedad monopolística de la tierra, en la mayoría de los países de la región, o, en contados casos,, la implantación de sistemas minifundísticos, resta al sector que produce para el mercado interno la flexibilidad necesaria para incrementar su oferta en ritmo compatible a la dinamización que ostenta el mercado urbano y lo inhabilita, pues, para absorber la mano de obra desplazada del sector de exportación; más que esto, el sector de mercado interno se muestra incapaz de hacer frente al crecimiento demográfico en el campo y tiene él mismo a expulsar de las actividades primarias a cantidades crecientes de mano de obra”.

“Las migraciones que se verifican desde el campo a la ciudad, en ritmo acelerado, van a chocar empero, con la incapacidad de la industria para crear fuentes de trabajo suficientes y con una expansión marcadamente anormal del sector terciario. En cuanto a la industria, habría que distinguir dos fases: la primera, que se extiende hasta las postrimerías de la década de 1940, en la que el crecimiento de la demanda interna es atendido prioritariamente mediante el uso intensivo de la maquinaria existente y el empleo extensivo de mano de obra, lo que conlleva un incremento moderado, pero sostenido, del empleo industrial; la segunda, posterior a 1950, en la que se eleva el nivel tecnológico en el sector manufacturero y se pasa, en las ramas más avanzadas de la industria, de la utilización extensiva a la utilización intensiva de la mano de obra; con ello, pese al crecimiento de la población, disminuye la mano de obra ocupada en el sector manufacturero, la cual pasa de 14,4 millones de personas en 1950 a 14,3 millones en 1960”.

“Ahora bien, la reducción de mano de obra industrial no constituye de por sí un rasgo distintivo de los países latinoamericanos, sino que se presenta como una característica general del sistema capitalista, en las últimas décadas. La singularidad de la situación latinoamericana se refleja más bien en dos características: la primera se refiere a que la reducción de la tasa de trabajo por unidad de producto, debida al progreso tecnológico, no se acompaña de un aumento de la masa de trabajo en las empresas, que es función de una relación estable entre la plusvalía producida y la inversión productiva; la segunda tiene que ver con la característica anotada respecto al sector terciario”.

“La población ocupada en los servicios ha aumentado de manera extraordinaria en la generalidad de los países capitalistas, pero con una diferencia en relación a América Latina: en los países desarrollados o centrales, esa población crece a partir de un punto dado del proceso de industrialización y guarda un cierto equilibrio con la población obrera, mientras que en América Latina estas condiciones no se dan. En efecto, el crecimiento del sector terciario latinoamericano tiende a comportarse en forma independiente a la industrialización, a un punto tal que acaba por desvincularse del proceso de desarrollo de las fuerzas productivas”.

“Si añadimos a este respecto las estructuras marcadamente monopolísticas de distribución del ingreso, concluiremos que dicho sector, además de expandirse de manera desproporcionada al incremento de la riqueza nacional, no expresa la redistribución de una parte significativa de ésta a las actividades de tipo terciario. La población del sector tiende así a marginalizarse, tanto desde el punto de vista productivo, como desde el punto de vista distributivo, es decir, en términos de empleo y en términos de consumo”.

“En esta perspectiva, es difícil relacionar en forma rigurosa la expansión cuantitativa que se está verificando en el sistema educativo de América Latina con los requerimientos reales que, en materia de recursos humanos, plantea el desarrollo económico. Dicha expansión parece más bien corresponder al proceso de urbanización que, como vimos, no marcha de la mano con la industrialización y menos aún con el crecimiento del sector agropecuario. La hipótesis general que emerge de este somero análisis es de que la expansión educativa latinoamericana se realiza a contracorriente del desarrollo de las fuerzas productivas, tal como se verifica éste en el marco de las estructuras económicas y sociales vigentes y aún más, que la contradicción existente entre los dos fenómenos, al revés de atenuarse, tiende a un agravamiento”.

“Conviene señalar aquí que el factor que determina esa situación es compartido por la generalidad de los países capitalistas, y constituye un rasgo inherente al sistema; lo que singulariza la región latinoamericana es la forma específica en que él actúa. En efecto, la aceleración del desarrollo tecnológico que caracteriza al sistema capitalista mundial, actualmente acentúa cada vez más la tendencia del mismo a desplazar masas crecientes de trabajadores en beneficio de la máquina. Los avances logrados en el campo de la electrónica y de la automatización aparecen como una inversión de la orientación que marcó la tecnología fabril en su inicio: de la disgregación de las operaciones que componían los procesos de producción dominados por el artesano y su transferencia a la máquina, cuando se podía confiar entonces a trabajadores desprovistos de calificación, se ha pasado a la reunión de operaciones en conjuntos mecánicos automatizados, los cuales, manteniendo la tendencia a la eliminación de mano de obra, requieren, sin embargo, de una fuerza de trabajo altamente especializada para su manipulación. El impulso que gana hoy la enseñanza técnica representa así la contrapartida rigurosa de la supresión de la formación profesional llevada a cabo por la burguesía en su fase de ascensión; por otra parte, la exigencia de una formación científica cada vez más amplia que se requiere del personal técnico, con el fin de que pueda enfrentarse a los frecuentes cambios tecnológicos, y el desdoblamiento de los niveles de enseñanza con las carreras subprofesionales y los cursos de post-grado, muestran que los sistemas educativos tratan de atender a la doble característica que presentan los requerimientos de recursos humanos en la sociedad burguesa contemporánea: selectividad y sofisticación. Esas características se extienden a las carreras no técnicas, de donde sale el personal de administración, los asistentes psicotécnicos, los sociólogos industriales, los expertos en economía, exigidos por la moderna empresa capitalista”.

d) Eficiencia del Sistema Social en la Educación:

Primaria:

Los elementos más relevantes a ser tomados en cuenta en la evaluación de la eficiencia del sistema educativo, vista ella como eficiencia del sistema social, están referidos a los índices de sobreedad, repitencia y deserción, así como los procesos globales de promoción.14

- Sobreedad: todos los datos cotejados coinciden en establecer, entre 61% y el 70% de sobreedad, en relación a la matrícula global de la educación primaria; lo que tiene graves implicaciones sicosociales en lo que se refiere el desarrollo y potenciamiento de las capacidades y el aparato perceptivo de los niños y niñas de las clases populares.
- Repetición y Deserción: todos los estudios consultados expresan, también, la gravedad del problema. UNESCO estableció en 1975 un 50% de repitencia para la relación entre 1º. y 2º. grado. Para 1989 varios especialistas establecen diversos porcentajes que oscilan, pero que no desmienten la gravedad del problema, y refuerzan el cuello de botella de los primeros grados. Además, la SEEBAC establece el 30% promedio para los años 84/85 y 86/87, IEPD-Miriam Díaz Santana un 30% de 1º. al 4º. con un 37.6% para el 1er. grado y estableciendo un 50% en la zona rural.

ONAPLAN establece para el nivel primario un índice nacional de 16.7% y para el año del informe, 158,557 alumnos del nivel.

En cuanto a la deserción las cifras del IEPD-Miriam Díaz establece el 30% del 1º. al 4º. Curso, Max Fernández establece con datos de SEEBAC 86/87 13.1 (1º.) 9.1 (2º.) y 8.4 (3º.). Alemán en un 13% para el primer grado, y por último ONAPLAN estableciendo un índice nacional de 18.3% y 19.2% para las zonas rurales primarias.

En cuanto a una visión global de la promoción en el nivel primario, período 1975-1981, el informe “República Dominicana: Población y Desarrollo”, establece un “19% de los que ingresan al 1er. grado finalmente logran, dentro de los seis años, egresar del ciclo básico (p. 96)” y para el período de la cohorte 1984/89, el Cuadro 8/2.1 de la potencia de Max Fernández (pág. 22) establece una proyección de cerca del 30% de egresados.

Es importante recordar que la Reforma de la Primaria de 1976 estableció su base de transformación en la eficiencia interna del proceso educativo y ya en Mayo de 198315 la evaluación del Primer Ciclo de la Reforma arrojaba los siguientes resultados cualitativos referidos a insuficiencia o deficiencias de los estudiantes: Comunicación (44.02), Matemática (57.64), Estudios Sociales (63.97), Ciencias Naturales (61.61), Educación Física (56.57), Artes Plásticas (86.82) y Educación Musical (34.64), lo que traduce, parcialmente, las limitaciones o fracasos de los proyectos de esta naturaleza.



Nivel Medio:

Es importante realizar o destacar que la educación media es un fenómeno esencialmente urbano, en la medida en que su matrícula pública, por ejemplo, de acuerdo a cifras preliminares de la SEEBAC, es de 90.7% zona urbana y 9.3 zona rural (para secundaria), oscilando la relación porcentual de su matrícula con la de primaria en un 5-1, lo cual coincide bastante con los porcentajes de promoción que oscilan entre 18 y 20%, con proyecciones futuras entre el 26 y 30%, lo cual expresa su distribución territorial y su volumen de matrícula por los procesos de exclusión-selección operando en los ciclo precedentes.

En cuanto a los fenómenos que cuestionan la eficiencia del nivel medio, nos concentramos en aportar elementos de promoción global al través de muestras de cohortes, como por ejemplo16: de la correspondiente a 1963/67 sólo el 32.87% egresó en el 4º. grado; la de 68/69-73/74 sólo egresó el 32.6% y para la que cerró en 1980/81 solo egresaría entre el 32 y 33%, lo que implica, en las tres décadas y a pesar de las variaciones de la composición de la matrícula, que más del 60% abandonó el nivel medio antes de egresar, otra muestra fehaciente de los procesos de exclusión y selección del sistema social.

Pero donde se expresa con mayor crudeza esta realidad cuantitativa es en los propios procesos de aprendizaje, en cuanto a las conductas o repertorios de los egresados del nivel medio, es decir, del promedio de 37% que logra alcanzar su promoción global y final, aunque algunas cifras posteriores (84/85) presentan 58% de estudiantes de término de los matriculados en el 1er. año.

Es relevante para esos fines el presentar un resumen global de los resultados de las “Pruebas Exploratorias”, aplicadas en la UASD en 1986 a la población de nuevo ingreso en ese año.

El resumen17 indica que no llegan al 20% los estudiantes que muestran un dominio suficiente de los conocimientos básicos del bachillerato, presentándose el siguiente cuadro aprobados por área:

POR CIENTO DE APROBADOS POR AREA

AREA APROBADOS REPROBADOS
Matemática 4.8 95.2
Biología 3.5 96.5
Química 18.5 81.5
Física 13.4 86.6



LETRAS
Ortografía 20.0 80.0
Información Gramatical 35.7 64.3
Sintaxis 26.6 73.4
Interpretación Textos 47.1 52.9


AREA APROBADOS REPROBADOS
SOCIALES
Historia Universal 42.77 57.2
Comprensión 60.0 40.0
Historia Dominicana 25.8 74.2
Sociología 28.7 71.3
Geografía 36.8 67.2


Para concluir con el Nivel Medio es relevante precisar algunos aspectos que deben ser resaltados.

Por ejemplo, se presenta un fenómeno de decrecimiento paulatino que oscila entre el estancamiento y la reducción relativa de la matrícula, teniendo como año de referencia el 83/84 y expresándose en el 86/87 de acuerdo a estimados de la SEEBAC en el nivel público de 173,944 estudiante de acuerdo al reporte de Alemán, y partiendo de estimados de 1985 (Tactuk-IEPD) de 163,000 en secundaria tradicional y 45,000 en no tradicional, se hacen proyecciones al 2000 de 168,000 (tradicional) y 60,000 (no tradicional). Para el sector privado los estimados, del 85 de IEPD son de 66,000 con proyección de 84,000 en el año 2000.

Es importante señalar, que en este contexto de estancamiento y decrecimiento, resalta el fenómeno de femenización de la matrícula en el nivel urbano sobre todo, con muchos liceos en porcentajes de 55% a 60% de matrícula femenina, lo que se confirma con los porcentajes de ingreso por sexo a la UASD, 52% femenino, 48% masculino en por lo menos los 5 últimos semestres.

Aunque hay discusión sobre las cifras de retención y promoción en el nivel medio, es importante adelantar algunas reflexiones, en el orden de establecer el impacto del reordenamiento histórico sobre los grupos de edades (14-19) en el proceso de urbanización y la expansión de la economía informal y las migraciones a las metrópolis imperialistas.

El fenómeno de femenización puede expresar una mayor incorporación a la economía informal urbana de los varones aptos para la educación media o para continuar en ella, incluyendo en las modalidades comunitarias, de familias extendidas, ubicadas en las fronteras de sectores marginales y populares.

Esta reflexión que avanzamos, es parcialmente avalada por los resultados de la encuesta socioeconómica aplicada a los estudiantes del Colegio Universitario en 1986 para la Evaluación Diagnóstica, donde se establece que el 16.6% de los estudiantes(18) que ingresan provienen de los sectores marginal-domésticos de la población, lo que supone el desarrollo de nuevas condiciones de exclusión en el proceso.

En este momento es relevante, además, indicar que, lo que denominamos economía informal urbana, juega una función contradictoria en cuanto a establecer equilibrios relativos en el espacio urbano en términos de absorción del subempleo, y en especie de compensación relativa de los procesos de descampesinización en el sector rural.

Sin embargo, utilizamos el término relativo, porque, una cosa es la campesinización en cuanto producción de bienes para el mercado interno y el autoabastecimiento, y otra cosa es la heterogeneidad de la economía informal en cuanto a que en muchos casos son redes de servicios complementarios, que a su vez alimentan el polo del consumo urbano.

Ello explica en gran medida la problemática de la educación técnico-profesional que ha oscilado entre un 23.4%19 del total del nivel en 1965 a 9.5% en la actualidad y con lenta recuperación, pues el esquema de su desarrollo se da en la lógica de la economía extrovertida y se explica en la cita de Ruy Maro Marini que in-extenso reproducimos en páginas anteriores y que toca este problema.

Ahora bien, más que la problemática cuantitativa del subsistema que asciende en términos de matrícula 84/85 a 20,945 es la virtual anarquización en la administración de sus programas, la frustración en la creación de sus estructuras de desarrollo (caso del CEFOCAT y los Institutos Politécnicos Regionales) y la tendencia actual fundamental a su no vinculación con la estructura de la economía productora interna y sí con las exigencias de la economía extrovertida y destructiva en áreas de zona franca, agroindustria, turismo, etc.20

Educación Superior:

En este nivel se ha manifestado de manera importante el ascenso de capas medias y el proceso de urbanización acelerado desde el año 1961, pasando la matrícula de alrededor de 3,200 en ese año y en una sola institución a la cantidad de 122,000 (IEPD)- 123,729 (CONES-SEEBAC), estableciéndose en este nivel, al igual que en el medio, un período de estancamiento y ulterior decrecimiento que comienza a expresarse parcialmente en el descenso de la propia matrícula de la UASD que ha descendido de 52,143 como cifra oficial de 1985 a 34,500 como cifra provisional para el semestre recién iniciado en mayo de 1989 (probablemente por la crisis económica 83-84-85).

La estructura de la oferta curricular universitaria de manera global se expresa en carreras vinculadas al sector terciario (servicios) de la economía, no sólo manteniéndose las áreas tradicionales como Contabilidad y Derecho, sino en crecimiento de otras, como Comunicación y Sicología, lo que podemos constatar en el Cuadro 12, p. 27 de la ponencia del P. José Luis Alemán, sj., sobre los requerimientos de la economía a la educación en la primera sesión de Plan Educativo, en base a informaciones del CONES. En una encuesta realizada en 1971 en el Colegio Universitario, UASD, se determinó que el 67% de los estudiantes ingresaba a las carreras de las Facultades de Ciencias de la Salud, Ciencias Económicas y Sociales e Ingeniería y Arquitectura.

En la actualidad en la UASD esa tendencia se ha agravado y en las carreras del área de economía productiva, como por ejemplo, Agronomía, Veterinaria, Química e Ingeniería Química los ingresos de nuevos estudiantes oscilan entre 4 y 10 estudiantes por semestre.

Ahora bien, como ha sido difícil recolectar las informaciones de universidades privadas en términos de evaluar la “eficiencia” del sistema social en cada una de ellas, nos veremos en la obligación de concentrarnos en esta temática para el caso de la UASD.

Las informaciones más relevantes de esa eficiencia, y que se tienen a mano, son las siguientes:

- La única investigación objetiva sobre una cohorte fue realizada por Felipe Richardson en 1976 y arrojó el siguiente resultado: “Las altísimas y crecientes diferencias entre ingresados y egresados de una promoción son prueba de ello: 60% de la promoción egresaron en 1964, el 50.5% en 1968, el 15% en 1975”.21

- En segundo lugar, los resultados estadísticos globales por asignaturas en el Colegio Universitario, en los últimos semestres, demuestran que “entre un 55% y un 60% de ellos no aprueban, como promedio, sus asignaturas en exámenes generales”22 y que las cifras de retiros de asignaturas oscilan entre 25% y 16.36% en los últimos semestres.23

- En la evaluación Diagnóstica del Colegio Universitario se determinó que a las dos terceras partes de los estudiantes “tomará más de dos semestres para concluir el Colegio Universitario, lo que se corresponde con un alto índice de retención” (67%),24 y que “un porcentaje mayor de los que proceden de instituciones públicas han cursado un número de semestres equivalentes”.

- En cuanto a la relación entre rendimiento académico y extracción o procedencia de clase e ingresos, se establece en el perfil del Estudiante ya citado, “se ha determinado que los estudiantes que tomaron más de dos semestres para concluir el Colegio Universitario trabajan, sus padres realizan trabajos de los sectores marginal-doméstico y popular con un ingreso promedio mensual bajo” (alrededor de 60-65% de ingresos bajo y muy bajo). (Perfil citado).


INGRESOS Y SISTEMA EDUCATIVO

Los datos arrojados con la evaluación diagnóstica del Colegio Universitario coinciden en lo fundamental con otras investigaciones.

El mismo perfil citado indica la siguiente procedencia de clase de los estudiantes de nuevo ingreso a la UASD: 16% (sectores marginal-doméstico), 39.9% (popular), 39.5% (medio) y 4% (alto); en referencia a la procedencia desde clases subalternas marginales o en la economía capitalista formal o de mediana y pequeña propiedad (un total de 56.5%), clase media o pequeña burguesía media, y pequeña burguesía alta o burguesía (propietarios o gerentes).

Es relevante señalar que el descenso de la matrícula de la UASD, que tiene una base clasista, sin obviar la causa referida a su crisis crónica e incapacidad de dirección, está el descenso de la población procedente de las clases y capas que componen los sectores marginal-doméstico, popular y medio, por diversas razones, que van, desde el agravamiento de la condición marginal-doméstica por la crisis del 84, hasta la desvalorización de la profesión, no sólo en términos de prestigio y de ingreso, sino en términos funcionales para el esquema de gestión de la economía extrovertida y destructiva.

Los resultados de la UASD, son absolutamente compatibles con la relación de ingresos-participación en los niveles del sistema educativo que aportan Gumersindo del Rosario y Susana Gámez25 y a partir de la cifras de la 2da. Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de las Familias (ENIGF-1984), donde se establecen en valores relativos las limitaciones y deficiencias de participación en el sistema educativo por nivel de ingresos:

Nivel I: 57.3% (primario), 7.1% (secundario), 0.8% (universitario), 34.8%) ninguno.
Nivel II: 65.2% (primario), 11.6% (secundario), 6.1% universitario), 17.1% (ninguno).
Nivel III: 59% (primario), 15.6% (secundario), 11% (universitario), 14.4% (ninguno).
Nivel IV: 40.7% (primario), 27.3% (secundario), 23.6% (universitario), 8.4% (ninguno).

En este cuadro se observa claramente el flujo de clase en una relación de ingreso y posibilidades de distribución en la matrícula desde el nivel primario hasta el superior y el porcentaje de exclusión de clase que oscila desde un 34.8% y 17.1% a 14.4% y 8.4%.

En cuanto a las variaciones de los flujos de clase desde el sistema capitalista en su estructura educativa de escolarización, Hatton, Isa Contreras y Knoop, refiriéndose al Cuadro No. 3 de su ponencia (Matrícula y Gasto Público Según Nivel Escolar 1977-1987, Base 1977) afirman: “… la distribución (de acuerdo a las ENIGF) de matrícula cambió considerablemente entre las dos encuestas. En términos resumidos fueron los estudiantes provenientes del 40% más pobre de la población los que aumentaron en mayor grado su participación en primaria y la secundaria, mientras que aquellos provenientes del siguiente 35% aumentaron en mayor grado su participación en las universidades… El 75% más pobre de la población que en 1977 constituye apenas el 20% de la población universitaria, representó en 1984 el 36% y agregan que el 10% de la población escolar total estaba en las universidades, pero “el 5.6% de la población estudiantil más pobre estaba en las universidades, mientras que esta relación en caso del 5% más rico de la población fue un 20%, PRUEBA DE LA FALTA DE MOVILIDAD SOCIAL EN EL SISTEMA EDUCATIVO”.

Debemos en relación a esas apreciaciones, indicar algunas cuestiones. La participación de los sectores marginal-doméstico y populares predominantemente en la educación primaria y media y en más de un 50% en la UASD, expresa en gran escala que luego de la exclusión, a lo largo del sistema de promedios de pérdida global entre 70 y 72% al 86/87, se establece compulsivamente una división del trabajo por clases y capas y se establecen límites de calificación, por un lado, así como de especialización superior por centro, de forma tal que el espectro de clases se distribuya en la cúspide de la pirámide del subsistema, y donde la minoría del cuarto grupo de ingreso o sector alto, se califique en una vinculación estrecha con las exigencias gerenciales del modelo extrovertido y destructivo, y que los mandos medios y niveles bajos de calificación y semicalificación se distribuyen tanto en el sector público, como en un nuevo pretenso sector de calificación privatizado y escindido del sector público para la economía extrovertida (“Técnico básico”).

Esta pretensión está establecida tanto en proyectos de área del sector privado como del sector público (Proyecto del Bachillerato Polivalente) que en su “Justificación”, Pág. 2, asume como buena y válida la vía de crecimiento extrovertida y plantea una reconversión del sistema educativo público (vía en proceso) para calificar o semicalificar a los pobres dominicanos (“los fácilmente entrenables” del Informe de la Sección Económica de la Embajada de Estados Unidos-1989), porque (dice el Proyecto del Bachillerato Polivalente) “nuestro país, en su comportamiento económico, ha ido de una economía primaria a una terciaria”, estableciendo una división del trabajo que se expresa en un bachillerato técnico-profesional y otro científico-humanista, y donde se establece como paradigma “las nuevas necesidades en materia de mano de obra calificada”.

Obviamente, esta expresión curricular, elaborada al igual que otras respondiendo a una cultura urbana de clase media alta y de burguesía, es en sí misma, una ruptura con la cultura popular de los diversos estratos populares y sus diversos sociolectos, y hablamos del plano fundamental de la comunicación y la existencia social.

En relación a esta cultura urbana de clases, que expresa una lengua extraña de clase en el doble nivel del interior de la sociedad nacional y de los fenómenos de colonización imperialista, Brunner27 dice acertadamente: “Reservará el término de cultura, para la dimensión comunicativa de la praxis social, sabiendo que el mundo de la vida material de los hombres no es separable, en la experiencia cotidiana, del mundo de la producción de la vida material de los hombres… La emancipación humana, en cambio, pertenece al discurso de la utopía (lo que no tiene un topos, un lugar)… la representación más poderosa de la emancipación está contenida, sin embargo, en la estructura del lenguaje y cada situación de comunicación la vuelve a hacer presente bajo las máscaras distorsionadotas de la represión”, o, agrego, no simplemente de la represión sino de la manipulación y sobre todo con la ruptura entre la lengua de la modernización de los polos de acumulación extrovertidos y los sociolectos populares y la cultura popular, como elementos de la potencialidad popular alternativa.

Es difícil precisar ahora la responsabilidad en el rendimiento y movilidad académica de los alumnos marginal-domésticos y populares, de “la lengua y la comunicación de la modernidad”, de lo “culto” urbano y burgués. Una muestra, a nivel universitario es que, de acuerdo al Perfil “Personal Docente del Colegio Universitario-198828 se establece que el 50% del profesorado no crea condiciones para una adecuada comunicación y el rendimiento por asignaturas de los estudiantes, y ello incluye no sólo la comunicación profesor-alumno sino el propio proceso de aprendizaje.

Juan Carlos Tedesco29 dice: “Los diagnósticos sobre este tema han comprobado reiteradamente que, en realidad, el sistema educativo difunde como patrón cultural ‘universal’ los hábitos de sectores medios y altos urbanos. Esto se manifiesta en el lenguaje, en los valores, en las pautas de socialización, y fundamentalmente, en las habilidades cognoscitivas que el sistema presupone para el éxito en el aprendizaje escolar. El fracaso en el desempeño de los alumnos de origen popular, constituiría, desde este punto de vista, no un fracaso de apropiaciones de saberes universales, sino de saberes ajenos a su cultura de origen”.

El aparato perceptivo de las clases populares encuentra una muralla en los ensayos curriculares correlativos al reordenamiento de las fuerzas productivas y la matrícula, a los procesos de urbanización y a la entronización en el espacio urbano de una jerarquización burguesa que lo constituye culturalmente, y donde son periferizadas las masas y expulsadas en sus entornos, razón por la que la escuela urbana se asume como una continuidad de la periferización.


3. POR UNA PROPUESTA ALTERNATIVA

Ante un proceso sociohistórico como el descrito y sus resultados en el sistema educativo, procede el planteamiento de una propuesta alternativa que parta de una relación específica entre la definición de un proyecto histórico y un proyecto educativo, y que articule las exigencias de transformaciones de fondo al mediano plazo con las exigencias de reforma en el corto plazo como culminación de factores para el mediano plazo.

La propuesta es la siguiente:

1. Asumir la tercera conclusión del Grupo de Trabajo No. 2 del Taller sobre “Plan Educativo” realizado el 10 de diciembre de 1988 donde se aprobó: “Establecer el desarrollo auto-centrado y la satisfacción de las necesidades populares como objetivos básicos de referencia para definir estrategias y políticas educativas”. Por desarrollo auto-centrado y popular debe entenderse aquel en que “la articulación determinante es la que relaciona al Sector 2 (la producción de bienes de consumo masivos) con el Sector 4 (la producción de bienes de capital destinados a la producción del Sector 2) (Samir Amín. Capitalismo Periférico y Comercio Internacional, obra ya citada, Pág. 23), y cuya lógica del desarrollo sea capaz de potenciar “un sector industrial moderno y un sector de pequeñas industrias rurales capaces de movilizar directamente las fuerzas del progreso”, ya que sólo de esa forma “la agricultura será capaz de financiar una industrialización sana y producir un excedente de alimentos suficiente para garantizar la independencia nacional… de igual modo, la industria debe ponerse al servicio de las masas urbanas y pobres y debe dejar de guiarse por los criterios de rentabilidad que favorecen el mercado local privilegiado y las exportaciones a los centros desarrollados”.30

Significa, en resumen, rechazar la vía extrovertida de la economía de servicios.

2. Asumir la conclusión 4 del mismo Grupo 2 de Trabajo de Taller, cuando se señala: “El objetivo fundamental de la educación dominicana debe orientarse a formar hombres críticos, creativos que contribuyan a ese desarrollo nacional y a la satisfacción de las necesidades fundamentales de la población, como hombres integrales desarrollados, en la cual se combinan el trabajo productivo, el servicio comunitario, la formación humanista y científico-técnica”.

Ello significa rechazar el modelo de educación extrovertido y dependiente que está en vías de ser impuesto y orientado hacia agroindustria, zonas francas, turismo y otros parques industriales complementarios y “sofisticados”, y asumir una estrategia “que debe partir de las necesidades de las … grandes masas… debe ser necesariamente igualitaria, contar esencialmente con sus propias fuerzas y ayudar a que despierte una capacidad de innovación tecnológica autónoma. A esta estrategia corresponden unas fórmulas de educación populares y generalizadas, igualitarias, ajustadas directamente a las necesidades de las grandes masas por la asociación de la teoría y la práctica, susceptibles de desmitificar el modelo de civilización imitado hasta ahora”.31

3. En este contexto global surge la necesidad de establecer de manera categórica la urgencia de concretizar la estrategia por la vía de una organicidad territorial del sistema educativo con el grueso de la sociedad civil y con los niveles formales e informales de la economía en escala territorial. Yunén (ob. cit., p. 137), señala que: “Por eso, más que partir de ‘los intereses de un país’, había que partir de las actividades que hace ‘la gente de un país’ en las diferentes áreas de acción que se constituyen a través del uso ‘formal’ e ‘informal’ del territorio. Una vez definidas estas áreas de acción, cabría identificar la dinámica que se da en los territorios informales (“nudos de resistencia”) para entonces pensar en una reorganización necesaria para usar los recursos naturales de acuerdo a la satisfacción de sus necesidades”. De acuerdo a esta racionalidad, que compartimos, estimamos procedente la Nuclearización total y articulando el nivel pre-primario, primario y medio de todo el sistema educativo, pero entendiendo la nuclearización como lo hizo el Grupo de Trabajo No. 1 del seminario sobre la Reforma de la Educación Primaria de 1976 cuando estableció o definió el Núcleo como una gestión de la escuela más la comunidad, y como un recurso extendido de movilización social, de forma que “todos los recursos de la comunidad puedan ser imaginativamente empleados en la educación y autoeducación de todos sus miembros”.32

Al nuclearizar la educación de manera sistémica y territorial-comunitaria, la gestión supera el hecho técnico-burocrático, por un lado, y obliga a la redefinición curricular de acuerdo a las actividades “que hace la gente de un país”, no la minoría dominante de la economía extrovertida.

4. La territorialización por la vía de una nuclearización con ejes en escuelas primarias y medias completas y en politécnicos y escuelas técnicas, abre las posibilidades de establecer, no sólo una vinculación formativa con las comunidades territoriales (barrios, parajes y secciones), sino con las necesidades productivas en el espacio territorial, aplicando una apertura curricular de respuestas múltiples. Al quedar priorizada la formación para la autosubsistencia y la producción de bienes para el mercado interno, se pueden articular los programas formativos con las unidades de economía campesina, pequeñas y medianas industrias rurales, y parques industriales o urbanos medios dedicados a producción de bienes de consumos de masas e industrias de producción de bienes de capital, en una estrategia mixta estatal-burguesía media. Al establecer este tipo de nuclearización se utilizarían los planteles escolares, los espacios comunitarios territoriales y en desuso de las unidades productivas para ampliar la cobertura del preescolar popular, completar las escuelas primarias incompletas, abrir secundarias rurales, establecer programas de adultos y crear programas cortos para semicalificación y calificación en niveles técnico-profesionales de prioridad al desarrollo autocentrado, sobre todo en áreas donde es necesario mejorar la composición orgánica de las fuerzas productivas y las condiciones de autodefensa y autogestión de la comunidad y la escuela.33

5. En esta estrategia de nuclearización y territorialización del proceso educativo, la educación técnico-profesional se define en una concepción ascensorial de la semicalificación y la calificación, para la formación del hombre, en el contexto de la articulación “agricultura-industria, industrias livianas-industrias de capital-intensivo” de forma tal que tanto los procesos formativos como productivos sean ascensionales, armónicos, complementarios, lo que implica educación y técnica moderna para la mejora inmediata de las masas. En tal sentido los Politécnicos Regionales, o Sub-Regionales, sean urbanos o rurales, deben estructurarse principalmente con los niveles de semicalificación y horizontalmente vinculados con las unidades productivas de su espacio territorial lo que implica una exigencia de racionalidad integral en el espacio, la producción y la formación.

6. La educación superior, específicamente la Universidad Pública, deberá optar por una redefinición curricular que se oriente, como innovación, a la gradación curricular desde el nivel de base, es decir, establecer una relación estrecha entre la formación del tercer nivel y la exigencia de formación y calificación en los niveles primario y medio. Las unidades académicas regionales y la Sede Central de la UASD deben descentralizarse curricularmente en el territorio y transformar su formación de estrictamente académica urbana de clase media, en formación y entrenamiento en la reproducción de formas organizativas y formativas de la comunidad-escuela nuclearizada. Por ejemplo, los programas formativos de maestros(as) y arquitectos(as) deben realizarse en las escuelas populares de barrios, parajes y secciones y en los proyectos coautogestionados de mejoramiento urbano o rural, lo mismo que las áreas de agronomía veterinaria y educación agrícola, en las unidades de economía campesina, proyectos asociativos comunales o cooperativos, empresas medias productoras para el mercado interno, lo mismo que las áreas de Química, Ingeniería Química y Diseño Industrial en relación a los parques industriales que produzcan predominantemente en el contexto de la estrategia señalada.

7. De lo que se trata es de establecer el verdadero espacio para el ejercicio de derechos democráticos, en una transición, que se caracteriza como una transferencia de poder real a nuevos poderes históricos, a veces de manera lenta, pero inexorable conflictualidad.

Al concluir, es necesario exigir el respeto de la identidad popular, de aquella “que se constituye por exclusión y bajo opresión…”34 y que hemos de nuevo comprobado que efectivamente es excluida, seccionada, expulsada y una minoría cooptada en el sistema social y en el sistema educativo, situación a la cual hay que oponer una estrategia alternativa desde un espacio propio, parafraseando a Bajtin, la plaza pública “el sitio en que el pueblo lleva la voz cantante”.35


CITAS

1. Modos de Producción, Clases Sociales y Luchas Políticas. Págs. 100 y siguientes. 5ta. Edición. Ver además “Capitalismo y Dictadura”, Roberto Cassá, Colección Histórica y Sociedad. UASD.

2. Historia Económica y Social de República Dominicana. Tomo 2, pág. 311. 1ra. Edición. Santo Domingo, R. D. Ed. Alfa y Omega.

3. Estudio Señala Causas Afectan Capacidad de Empresas en Zonas Industriales de Herrera. Claudio Cabrera. El Siglo. Pág. 3-D. 17 de Mayo de 1989.

4. La Isla Como Es. Pág. 69. Rafael Emilio Yunén. UCMM, 1985.

5. República Dominicana: Inflación Salario Nominal y Salario Real. CIECA. 1989.

6. Turismo Domina Economía R. D. Pedro Caba. El Nacional. Pág. 6. 4 de Junio 1989.

Informe Sección Económica Embajada EE.UU. Abril 1989. Hoy. Pág. 8-A.

7. Foro Urbano No. 4: Población, Crecimiento Urbano y Barrios Marginados en Santo Domingo, D. N. Fundación Friedrich Ebert. 1988.

8. Ver, en cuanto a marginalidad, los conceptos de: Manuel Castells: “La marginalidad urbana puede definirse como la incapacidad de la economía de mercado y de la política de Estado para proporcionar alojamiento y servicios urbanos adecuados a una proporción creciente de los pobladores de las ciudades, incluida la mayoría de los trabajadores asalariados empleados regularmente, así como la casi totalidad de quienes obtiene sus ingresos en el llamado sector “informal” de l economía” (La Ciudad y las Masas, p. 261. Alianza Editorial). Samir Amín: “Un conjunto de mecanismos de empobrecimiento de las masas, cuyas formas, por otra parte, son heterogéneas: proletarización de pequeños productores agrícolas y artesanos, semiproletarización rural y empobrecimiento sin proletarización de los campesinos organizados en villorrios, urbanización y crecimiento masivo de la desocupación urbana manifiesta así como del subempleo” (Capitalismo Periférico y Comercio Internacional. Ed. Periferia. P. 17.).

9. Conclusiones y Recomendaciones del Seminario sobre Reforma de la Educación Primaria. SEEBAC. Octubre 1975, p. 40.

10. La República Dominicana: Población y Desarrollo. Ob. cit., p. 88.

11. Análisis de Sectores Sociales. Impacto del Programa de Inversiones Públicas 1987-1990. Secretariado Técnico de la Presidencia. Octubre 1987, p. 9.

12. En el informe “República Dominicana: Población y Desarrollo” ya citado, en la Pág. 87 en el cuadro III.2, se establecen los porcentajes al año 1981 de la población de 5 y más años que no asistió a la escuela con promedio general de zonas rural y urbana del 28.3, pero con 39.9 de la zona rural y un 49.5 para el Suroeste y un 39.9 para el Sureste y 37.0 para el Cibao.

13. Los Movimientos Estudiantiles en América Latina: Un Marco de Referencia. América Latina Hoy. Cuadernos Universitarios 3. 1972. Santo Domingo.

14. Cifras tomadas de los Informes y Ponencias de ONAPLAN, SEEBAC, Max Fernández, IEPD, Miriam Díaz Santana, CELADE-IEPD.

15. SEEBAC. Informe sobre la Evaluación de la Eficacia del Currículo del Primer Ciclo de la Educación Primaria Reformada. 1983. Mimeo.

16. La Reforma de la Educación Media. Ligia A. Melo. Seminario UASD, Colegio Universitario 1987 (pág. 23); Las Reformas de la Enseñanza. Angel Hernández (pág. 70), Ed. UASD; Diagnóstico SEEBAC, 1985.

17. Repertorio de Estudiantes de Nuevo Ingreso a la UASD, 1987. Colegio Universitario. María Filomena González y Jorge Cela Carvajal en colaboración con Ivette Arvelo, Camilo Caraballo, Muys Castro de Checo, Alma de la Rosa, Margarita González, Leandra Tapia y Franklyn Almeida. Mimeografiado.

18. Colegio Universitario. Perfil del Estudiante. Evaluación Diagnóstica. 1987. Mimeografiado.

19. Para trabajar con esta temática ver: “Aparato Educativo, Estado y Reproducción. El Caso Dominicano. 1959-1984. Víctor Hugo Deláncer. 1984. UASD. Mimeografiado.

20. Demanda de Capacitación Industrial 1988-1992. Fundación de Crédito Educativo. FUNDAPEC.

21. Informe Richarson. Opiniones Críticas sobre la UASD. Editoria Taller, 1972. Pág. 10.

22. Planteamientos para la Reformulación del Currículum del Colegio Universitario. Colegio Universitario UASD. Abril, 1988. Mimeografiado.

23. Resumen de Resultados por Asignaturas del Colegio Universitario, años 1985, 86, 87 y 88. Colegio Universitario. Mimeografiado cada semestre.

24. Perfil del Estudiante. Colegio Universitario. 1987. Mimeografiado.

25. Privatización de los Sistemas de Salud. Estudios Económico-Sociales. Fundación Friedrick Ebert 1988.

26. El Financiamiento de la Educación en República Dominicana. 11 Abril 1989. CIECA-Plan Educativo. Segunda Sesión.

27. La Cultura Autoritaria en Chile. José Joaquín Brunner. Págs. 20 en adelante.

28. Personal Docente. Area 4. Mimeografiado. 1988. Colegio Universitario UASD.

29. El Currículum: ¿Cultura Popular o Cultura Universal? Nueva Sociedad No. 84, pág. 89. 1986.

30. Propuesta para el Desarrollo Autocentrado y Popular. Samir Amir. Política: Teoría y Acción. Año 1, No. 4. Abril, 1980. Ver además el interesante trabajo: En Defensa de la Economía Campesina. Luis Vargas. Hoy, 29 de mayo 1989.

31. ¿Qué Educación, para qué Desarrollo? Samir Amín. Perspectivas. Vol. V, No. 1. 1975

32. Conclusiones ya citadas. Pág. 85. SEEBAC.

33. Ver: “En una sociedad tan poco institucionalizada las asociaciones populares --desde las organizaciones de autoconstrucción y los comedores barriales y los centros de educación— van construyendo un tejido social que va desarrollando una institucionalidad nueva, fortaleciendo la sociedad civil haciendo presentes rasgos de nuevas relaciones sociales y de sujetos colectivos en la vida del país”. (Comunicación, Cultura y Hegemonía). Jesús Martín. Ed. G. Gilli, 1987. Pág. 215.

34. La Cultura Popular en el Ambito Urbano. Carlos Monsivais. Comunicación y Culturas Populares. Pág. 113. FELAFACS.

35. La Cultura Popular en la Edad Media y El Renacimiento. Mijail Bajtín. Alianza Universidad 193. 1988.